21 de junio de 2017

El paso a lo histórico

Ya adelanto que este post es un post denso, pues en él se recogen elementos importantes del enfoque gadameriano que, al reducirlos a estas pocas líneas, necesariamente he de condensar lo que dificulta su expresión (y me temo que su lectura). Pero bueno, vamos al grano. Entramos hoy en un ámbito que es especialmente relevante para la hermenéutica, como es el ámbito de lo histórico. En él se ponen de manifiesto dos puntos, cada cual más importante. En primer lugar, que la hermenéutica posee un campo de aplicación mucho más amplio que el literario o el estrictamente lingüístico. El fenómeno de la comprensión hermenéutica puede alcanzar (de hecho lo hace) a la historia, por ejemplo, la interpretación de la historia, su comprensión, su lectura. Y en segundo lugar, en tanto que aplicada a la historia, se pone de manifiesto a su vez una especificidad derivada de este tipo de comprensión frente a otros, y que le sirve muy bien a Gadamer para ir acercándose a su novedoso enfoque hermenéutico. Claro, tener como objeto lo histórico no es lo mismo que tener como objeto un texto, por ejemplo. El objeto de estudio de los historiadores ya no es un texto o un 'algo' que esté ahí, sino que se trata de la historia universal; todos las fuentes de que se dispongan dejan de ser un fin en sí mismas para convertirse en medio para algo más amplio: la comprensión de la historia. Una historia en la que el sujeto se encuentra inmerso, y de la que no se puede escapar.

El problema de la comprensión de la historia gira fundamentalmente en torno a la cuestión del establecimiento de su nexo, es decir, sobre cómo dar explicación a la sucesión de los distintos acontecimientos que a lo largo de los siglos se han ido dando en las diferentes culturas y sociedades. ¿Hay efectivamente algún nexo entre las vicisitudes de la historia? Y si lo hay, ¿de qué tipo es, cuál es su carácter radical: teleológico, progresivo, regresivo, azaroso, predeterminado? Al dar el salto de lo literario a lo histórico se pone de manifiesto las insuficiencias de la propuesta de Schleiermacher (que ya vimos), imponiéndose la necesidad de dar un paso más, sin por ello desestimar sus aportaciones, ni mucho menos, ya que de su propuesta se mantuvieron algunos aspectos importantes. Sobre todo ese esquema fundamental de diálogo entre el todo y las partes, en lo que se refiere principalmente a la investigación sobre la tradición, que es recuperado especialmente por Dilthey para aplicar esa metodología hermenéutica romántica a la metodología histórica; porque «la realidad histórica misma es un texto que pide ser comprendido». Esto supuso un paso importante en la reflexión histórica al quedar así superada su visión teleológica, para pasar a una comprensión de la historia desde sí misma y desde sus propias tradiciones. Este giro fue un paso hermenéutico fundamental, pues hasta entonces primaba sobre todo el enfoque teleológico (como por ejemplo el hegeliano).

La historia desde este punto de vista hermenéutico poseía además una característica que no poseía el texto, a saber: su carácter inacabado. Cuando un hermeneuta se enfrenta a un texto, en principio se enfrenta a algo que está ahí, en su totalidad, en principio acabado. Ello no ocurre con la historia pues ésta no está finalizada, sino que se está haciendo; y se está haciendo también en el mismo momento en el que el hermeneuta está haciendo su tarea, lo que nos lleva a otra característica no menos importante, y que ya hemos comentado: que el intérprete se encuentra dentro de ella, «como un miembro condicionado y finito de una cadena que no cesa de rodar». El hermeneuta no puede 'salirse' de la historia, pertenece a ella, problema que fue inicialmente considerado por dos autores: Ranke y Droysen, cuyo punto de partida fue la respuesta a la construcción apriorista de Hegel.

La ruptura con esta visión apriorística teleológica de Hegel se podía realizar bien atendiendo al pasado, bien atendiendo al futuro. En el primer caso se encontraban por lo general los autores románticos (Herder, Winckelmann) para los cuales el pasado siempre fue mejor, convirtiéndose en modelo ideal para el presente.

Desde esta visión romántica, y en tanto que se apelaba a pasados mejores, se ponía de manifiesto que cada momento histórico no tenía necesariamente que ser mejor que el anterior, sino que ‘tenía derecho’ a ser como es, incluso aunque fuera peor. No obstante, estos prejuicios clasicistas suponían a su vez una barrera para el desarrollo adecuado de la conciencia histórica, ya que lo que tenía que hacer la historia es ponerse como meta ese pasado ideal, determinando de alguna manera su devenir. Si para von Humboldt, por ejemplo, la historia es una decadencia de la perfección antigua, para estos autores que comentamos es una recuperación de aquella perfección. En cualquier caso, si nos fijamos, tanto en un caso como otro son modos de pensar el nexo de la historia situándonos fuera de ella; la historia está ahí, y tiene que llegar a tal punto, como si la pudiéramos contemplar como contemplamos una obra de teatro.

El primero que intentó superar este problema fue Dilthey, quien hizo 'aterrizar' esas visiones de la historia un tanto idealizadas. Tanto él como Ranke y Droysen entendían que la esencia del mundo no encontraba una expresión perfecta  y completa en la historia, en clara alusión a Hegel. Y ello no porque ésta fuera mejor o peor, sino porque intrínsecamente era así y no podía ser de otra forma. Otra cosa sería una idealización ajena a la realidad de las cosas. Es precisamente por ello que el ser humano debía acometer la tarea de conocerla... en su imperfección, en su impureza. Pero no se trataba de que conocerla como si fuera un objeto de conocimiento más, como un objeto físico y externo al espíritu, ya que ello no haría justicia al enfoque histórico de estos autores. 

Y no sólo eso sino que ello iría en menoscabo de lo que se conoce como su valor ontológico, es decir, ese hecho según el cual la historia posee una especie de productividad propia, conduciéndose «a sí misma a una realidad cada vez mayor». La historia, en su devenir, se conduce a sí misma en su evolución (histórica), y ello deriva en un aumento progresivo de su consistencia -podríamos decir-, que es lo que se quiere decir cuando se habla de su valor ontológico. Para poder captarlo es preciso atender a la historia no desde elementos externos a ella, sino desde sí misma. Hay que analizar la historia en sí misma, porque tiene sentido en sí misma, a pesar del carácter efímero de lo que acontece en su devenir.

Efectivamente, este carácter efímero de lo que en ella acontece nos limita a la hora de pensar en un posible hilo conductor (espiritual, absoluto) del devenir histórico. Pero si no lo podemos hacer así, ¿cómo pensar entonces ese nexo? No se puede pensar ni desde un pasado ideal ni desde un futuro prometedor, ya que eso serían instituciones ajenas a la propia historia, y ello hemos visto que no es una actitud hermenéutica apropiada. Pero el caso es que, cuando echamos la vista atrás, podemos observar que efectivamente hay una especie de nexo conductor, parece como que efectivamente hay un hilo que guía a la historia, pero ello no tanto desde fuera como desde ese continuo devenir de elementos efímeros que aparecen y desaparecen. Ranke dirá que la historia aunque no tenga telos presenta una estructura teleológica; de hecho, decimos que un hecho es histórico cuando posee la suficiente significatividad como para ser entendido como tal: «los elementos del nexo histórico se determinan pues de hecho en el sentido de una teleología inconsciente que los reúne y que excluye de él lo que no tiene significado».

¿Cómo compaginar ambos elementos, esa inconexión de lo efímero con ese nexo de sentido que sobrevuela los acontecimientos de la historia, y que a la vez es lo que define lo que es histórico y lo que no? ¿Cómo establecer precisamente esa conexión, ese nexo? Todo ello nos lleva a pensar por otro lado qué es lo realmente histórico de los actos humanos; o mejor dicho, qué es lo que hace que un acto humano pase a los anales de la historia, y por qué la mayoría de las cosas que hacemos la mayoría de los mortales pase desapercibido a estos efectos (independientemente de que sus consecuencias posean un radio de alcance elevado). ¿Qué hechos humanos son los que van a formar parte de la historia?

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