21 de julio de 2015

Los niveles de realidad: entorno, medio y mundo

Con todo lo que hemos estado viendo, uno ya no sabe muy bien qué es la realidad: ¿aquello que hay?, ¿aquello que yo percibo?, ¿el hecho de cómo percibo (qué sentido le doy) a aquello que percibo? Pues bien, las respuestas a estas preguntas vienen a mostrarnos distintos estratos o niveles de realidad. Estamos hablando siempre de una misma realidad, pero que puede ser aprehendida según distintos niveles.

Comentaba en el anterior post lo importante que es el bagaje de creencias (no necesariamente religiosas, sino a nivel de ideologías, prejuicios, formas de pensar, hábitos de vida,…) con el que nos desenvolvemos cotidianamente. Porque de alguna manera nuestras vidas se van a desarrollar no tanto por lo que ocurra a nuestro alrededor, sino por la lectura que nosotros hagamos de aquello que nos ocurra (en este sentido la aportación de Ricoeur sobre nuestra narratividad es fantástica), e incluso por la lectura que nos hagamos de nosotros mismos (lo propio con Unamuno). La realidad será como será, y yo la aprehenderé como la aprehenderé, pero es capital en mi vida cómo yo la interprete y cómo yo la dote de sentido. Todo esto tiene que ver con lo que fenomenológicamente se denomina el mundo, patrimonio particular del ser humano (y que Ortega denominaba mi vida).

Pero hay que entender bien lo que es este mundo, pues no hay que confundirlo con el mundo físico, el que está debajo de nuestros pies o encima de nuestras cabezas. Una cosa es el mundo físico y otra el mundo existencial o vital; no son totalmente inconexos, pero tampoco se pueden identificar. Sólo los seres humanos poseen un ‘mundo’: los animales no lo tienen, y las cosas tampoco. Lo nos lleva a los otros dos niveles o ámbitos de realidad. El primero de ellos es el que está en relación con las cosas materiales,… y está formado por todo aquello que las rodea. En este sentido lo que tienen las cosas es un entorno, es decir, un conjunto de realidades que están a su alrededor… y ya está. Ellas —las cosas— están ahí, y aquello que les rodea también. Es la realidad física.

Los seres vivos también tienen un entorno, pero no sólo un entorno, dado que interaccionan con él. Es cierto que las cosas también interaccionan entre sí (física, química, mecánicamente…), pero los seres vivos lo hacen de otro modo: se alimentan, conviven, cazan, lo aprehenden,… De este modo el entorno se transforma en otra cosa: se transforma en medio. El medio para un ser vivo sería aquella porción de su entorno en la que desarrolla su vida. Y esto es muy interesante, pues de modo análogo al mundo humano, el medio vegetal o animal es ‘construido’ por cada especie. Dos especies distintas pueden estar exactamente en el mismo entorno, pero en distinto medio. ¿Por qué? Porque los animales ya toman parte activa en la ‘construcción’ de su medio, ya que sólo perciben lo que pueden percibir, y que en principio será aquello que de modo suficiente les garantice su supervivencia como especie. Cada especie tendrá así su medio vital propio. Aquí ya se da un ‘filtro’ importante, pues la realidad deja de ser ‘algo’ que meramente está ahí, para ser algo construido por el sujeto aprehensor (en este caso cualquier ser vivo). En un mismo entorno (una selva), no es igual el medio de un árbol que el de un animal, o el de un animal herbívoro que el de un depredador. Si pudiéramos introducirnos en los ‘ojos’ del ser vivo, veríamos el entorno totalmente diferente si fuéramos un árbol que si fuéramos un leopardo.

Y llegamos de nuevo al tercer nivel, al mundo. El ser humano, en tanto que ser vivo, también tiene su medio; y en tanto que realidad física, también tiene su entorno. Pero tiene algo más que un entorno y un medio. Del mismo modo que del entorno físico hemos pasado al medio vital, del medio vital pasamos al mundo que es específicamente humano. En principio todos los seres humanos comparten un mismo medio como especie; pero los ‘mundos’ ya no son universalmente compartidos, ya que éstos —como hemos visto— están constituidos por toda la trama de interpretaciones y significados que entretejen nuestras biografías narrativas.

Esta situación no es algo ‘optable’ por el ser humano, sino que le pertenece intrínsecamente como tal. Del mismo modo que todas las cosas tienen su entorno y todos los seres vivos su medio, los seres humanos tenemos nuestro entorno, nuestro medio y nuestro mundo. Y esto es algo específicamente nuestro. Todo ser humano, para desarrollar su vida, necesita no sólo un entorno o un medio, sino un mundo en el que pueda desplegar esa tarea fundamental que es vivir.

Precisamente, lo difícil para nosotros es salir de nuestro mundo para acceder a los otros niveles de la realidad. Lo común, lo cotidiano es que nos desenvolvamos con aquellas cosas y circunstancias con las que tratamos a diario, y de las que dependemos para poder vivir. Aquí cobra todo su sentido la idea de mi vida orteguiana. No podemos dejar de considerar nuestra circunstancia (cosas, personas, sociedad, geografía, tiempo histórico,…) para sencillamente vivir: el ser humano ‘necesita’ de las cosas para vivir, es una necesidad ontológica dirá Zubiri. Sin embargo, necesitamos a la vez ir más allá de nuestro mundo, a la caza de lo que sea el medio y sobre todo el mundo físico, el entorno de las cosas,… la realidad.

Esto se erige en una paradoja ¿insalvable?, a saber: ¿cómo puede acceder el ser humano a la realidad física, si inevitablemente tiene que hacerla formar parte de su mundo (con todo lo que lleva de sentido e interpretación) para poder tratar con ella? ¿Puede el ser humano tratar con alguna cosa sin que ésta no entre a pertenecer a su mundo? No. Y la pregunta consecuente es: ¿hasta qué punto, cuando una cosa del entorno entre en nuestro mundo, la aprehendemos como tal y no la aprehendemos transformada precisamente por pasar a pertenecer a nuestro mundo? O dicho de otro modo: ¿hasta qué punto podemos aprehender hechos objetivos, que en definitiva es el propósito de toda ciencia? ¿Es posible tal empresa? No son pocos los que piensan que sí.

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